Hormigón, judokas y sol


Dicen que a grandes males, grandes remedios y, dado que durante algún tiempo nos quedaremos sin nuestro tatami en el Pabellón Municipal, hemos llegado a un acuerdo para poder entrenar en las instalaciones de la Facultad de Ciencias del Deporte de Pontevedra.


No sabría explicar que clase de masoquismo le impulsa a uno a ponerse el "pijama" de judo y aguantar sesiones de dos horas con el sol picando cada vez que nos da de refilón. Porque aunque la instalación es grande y, mayormente, bien acondicionada, como decía la canción Cuando calienta el sol, aquí en... el tatami (añadiría yo), hace efecto invernadero y no envidiamos nada a los pollos en el horno.


Fotos: Fran M.F.

Pasados tres cuartos de hora de entrenamiento más de alguno pensamos en el tedio, en los chiringos de playa, en unas claras de limón y en arreglar el país en dos horas, entre chapuzón y chapuzón. Pensamiento humano, sin duda, y algunas de esas cosas podrían extrapolarse al resto del año; quien dice unas claras dice unas cervezas, unos colegas y de tasca en tasca. Eso si, siempre arreglando el país. Pero, y a lo que iba el asunto, al terminar la sesión, tras sufrir la fuerza compensatoria y los estiramientos finales, parece que la ducha, como al sediento, sabe mejor y que el esfuerzo vale la pena. Por lo aprendido, por lo compartido y porque un rato nunca es igual al otro, ésto último todo un logro en la sociedad del bienestar, la videoconsola , el fútbol por cable y las rutinas enlatadas.
Tampoco digo que en la playa, la piscina o el río no se esté a gustito, sobre todo como terapia de recuperación a todo un curso de entrenamiento. Los beneficios del sol y del agua, que dicen los más viejos del lugar. En fin, que el que no se consuela es porque no quiere.

Volviendo a las canciones y las cañas, Cada loco con su tema cantaba Serrat... me voy a solucionar el país, que estas las paga Elo.

Fran MF