Un día en el balneario


El pasado día martes 5 nos fuimos a las Termas de Cuntis a relajarnos después de una dura temporada de entrenamiento, risas, leves lesiones (también con risas) y con ganas de empezar a entrenar nada más se acaben las vacaciones.
La hora planeada para entrar todos juntos fue las 15:45, si la memoria no me falla, y luego cada uno se fue en cuanto se sintió lo suficientemente arrugado para colarse en una tienda de frutos secos (a mí, las arrugas de los dedos provocadas por el agua, me duraron casi un día y medio). Cada uno de los que fue podrá contar mejor que yo cómo se lo pasó, pero supongo (por las caras de todos) que nadie estaba descontento y todos estaban completamente (si es que casi dormido, uno puede decir completamente) entregados a la relajación extrema propia de un estado de "meditación" alto.


La gente fue entrando en el agua centrándose en las sensaciones, intentando despejar la mente y despojarse del cansancio de toda una temporada. Es muy difícil describir las sensaciones que cada uno acumulaba en su cabeza, sin contar el hecho de que cada uno tendría las suyas. No voy a deciros cual Bécquer que las gotas saltaban en el aire y destellaban con una gama infinita de colores, pero el agua estaba deliciosa (a pesar de que nadie, por su propia voluntad, la bebió. Igual alguien lo metió debajo del agua), la temperatura excelente y agradable en todas las partes del circuito, la sauna y el jacuzzi (o como queráis llamarlo) estaban perfectas. Sin embargo, me gustaría que el agua de la piscina de fuera estuviera más caliente dado que , de vez en cuando, las ráfagas de viento te enfriaban la cabeza un poco.


Después, los dirigentes del club (nuestros entrenadores) tuvieron la grandísima amabilidad y cortesía de invitarnos a cenar (a pesar de que no era su obligación) a los que no teníamos nada mejor que hacer y nos habíamos quedado allí. Fuimos a un restaurante y cada uno pidió lo que más le gustaba. Cuando trajeron los sagrados alimentos, y después de bendecir (mentalmente) a Eloy y a sus antepasados (a los que tantas veces hemos nombrado adjuntados de expresiones malsonantes en los entrenamientos) cada uno empezó a comer. Creo que al terminar, ninguno se encontró insatisfecho. Mientras comíamos unos charlaban con el de la otra punta de la mesa, otros con el de enfrente, y cada uno de un tema distinto: las coles de Bruselas, como arreglar el país, y un largo etcétera de cosas.


Fotos: Santi

El resumen general es que nos lo pasamos bien, relajación, charla, comida (que para algunos el hambre hizo que parecieran los más exóticos y perfectos alimentos)… Una buena tarde sin duda, bien aprovechada con los amigos y personas con las que compartimos una misma afición: El Judo.

Yago