Un año sin Ramón
Hoy hace exactamente un año, pasaba un minuto de las 7 de la tarde, y recibí una llamada telefónica de Fon, descolgué y saludé efusivamente como es habitual entre nosotros y en el tono de Fon percibí que algo no iba bien, pregunté y los peores augurios se confirmaban, Ramón nos había dejado.
Reconozco que como profe, como amigo, como persona y como judoka, nunca había sufrido un palo tan grande, el nudo en la garganta era de tal dimensión que fue complicado de tragar.
Creo que no hay dia que me ponga el traje de judo y me ajuste el cinto que no me acuerde al menos por unos instantes de Reimon, como comenzó a llamarle Fran cuando éste empezó a hacer judo con nosotros. En las clases siempre hay algún comentario de quienes tuvimos el enorme placer de conocerle que remite a él, un chiste, un chascarrillo, una expresión o una anécdota siempre vienen a la mente de los compañeros cuando surge. Nadie olvida sus codos, su contundencia, su fortaleza, su afán de aprender y mejorar ni ese espíritu de batallador que Ramón albergaba en su poderoso y enjuto cuerpo.
Lo que más me llena es que el recuerdo siempre es alegre, siempre es amable y lo acompañamos con sonrisas, creo que él sigue pasándose por allí a observar y aporta fuerzas y ganas a cada randori, su espíritu nos acompaña en el tatami y a algunos de nosotros, ya nos acompaña en el dia a dia, en la forma de encarar las cosas y de reírnos de todo con esa chispa de inteligencia, de sarcasmo y de acidez.
Ramón está aquí, aunque haga un año ya de su ausencia física, yo lo extraño mucho a diario, y daría lo que fuera por verlo con su sonrisa en la puerta del tatami diciendo "¿qué?, ¿creías que no venía?"
Sé que muchos lo tenemos dentro del corazón, que nos hace sentir más humanos y que ya forma parte de nuestra historia.
Gracias por todo lo que nos has dado, por haber compartido tu genio, tu arte, tu sentido del humor y tu magnífica persona con nosotros, que somos y seremos tus amigos del pijama.
Ramón, espero no parecerte muy cursi al decir que te extraño y que te fuiste demasiado pronto, te hecho todavía demasiado de menos.
Un beso grande allá donde estés y una de esas palmadas en tu espalda que tú me dabas para saludar, de esas que te dejaban sin aliento.
Elo